Mark 9

Transfiguración de Jesús

1Y les dijo: “En verdad, os digo, entre los que están aquí, algunos no gustarán la muerte sin que hayan visto el reino de Dios venido con poder”
1. Colocado al principio del capítulo, este v. (que en la Vulgata figura como 39 del cap. 8) muestra claramente que el anuncio de Jesús se refiere a su gloriosa Transfiguración, relatada en los vv. que siguen, y en la cual Jesús mostró un anticipo de la gloria con que volverá al fin de los tiempos. Tal es la gloria cuya visión nos refieren S. Juan en su Evangelio (1, 14), y S. Pedro en su segunda Epistola (1, 16 ss.). Cf. Mt. 16, 28 y nota. Lc. 9, 27.
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2Y seis días después, tomó Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, y los llevó solos, aparte, a un alto monte, y se transfiguró a su vista
2 ss. Véase Mt. 17, 1-8; Lc. 9, 28-36. Un alto monte: según la tradición, el monte Tabor en Galilea.
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3Sus vestidos se pusieron resplandecientes y de tal blancura; que no hay batanero sobre esta tierra, capaz de blanquearlos así. 4Y se les aparecieron Elías y Moisés y conversaban con Jesús. 5Entonces, Pedro dijo a Jesús: “Rabí, es bueno que nos quedemos aquí. Hagamos, pues, aquí tres pabellones, uno para ti, uno para Moisés, y uno para Elías”. 6Era que no sabía lo que decía, porque estaban sobrecogidos de temor. 7Vino, entonces, una nube que los cubrió con su sombra, y de la nube una voz se hizo oír: “Este es mi Hijo, el Amado. ¡Escuchadlo!”
7. Aquí, como en el Bautismo de Jesús, el Padre da solemne testimonio de la filiación divina del Mesías, y añade el único mandamiento que el Padre formula personalmente en todo el Evangelio: que escuchemos a Jesús. Por eso, el Maestro nos dice: “Esta es la obra de Dios: que creáis en Aquel que Él os envió” ( Jn. 6, 29).
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8Y de repente, mirando todo alrededor, no vieron a nadie con ellos, sino a Jesús solo.

La venida de Elías

9Cuando bajaban del monte, les prohibió referir a nadie lo que habían visto, mientras el Hijo del hombre no hubiese resucitado de entre los muertos
9. El monte Tabor y el Gólgota se complementan mostrándonos el doble misterio de Jesús que anunciaban las profecías (1 Pe. 1, 11). Aquí Jesús aparece en la gloria, con que vendrá en su triunfo (v. 1); allá lo verán sumido en un mar de penas y angustias. “En la transfiguración se trataba en primer lugar de quitar de los corazones de los discípulos el escándalo de la Cruz” (S. León Magno).
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10Y conservaron lo acaecido dentro de sí, discurriendo “qué podría significar eso de resucitar de entre los muertos”. 11Y le hicieron esta pregunta: “¿Por qué, pues, dicen los escribas que Elías debe venir primero?” 12Respondioles: “Elías, en efecto, vendrá primero y lo restaurará todo. Pero ¿cómo está escrito del Hijo del hombre, que debe padecer mucho y ser vilipendiado? 13Pues bien, Yo os declaro: en realidad Elías ya vino e hicieron con él cuanto les plugo, como está escrito de él”
13 s. “En espíritu S. Juan era Elías, mas no en persona” (S. Gregorio Magno). Véase Mt. 17, 11 s. y nota; Mal. 4, 5; Is. 53, 3.
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El niño endemoniado

14Llegaron, entretanto, a los discípulos y vieron un gran gentío que los rodeaba, y escribas que discutían con ellos
14 ss. Véase Mt. 17, 14, 21; Lc. 9, 37, 43 y notas.
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15Toda esta multitud en cuanto lo vio se quedó asombrada y corrió a saludarlo. 16Preguntoles: “¿Por qué discutís con ellos?” 17Respondiole uno de la multitud: “Maestro, te he traído a mi hijo, que tiene un demonio mudo. 18Y cuando se apodera de él, lo zamarrea y él echa espumarajos, rechina los dientes y queda todo rígido. Y pedí a tus discípulos que lo expulsasen, y no han podido”. 19Entonces, Él les respondió y dijo: “Oh raza incrédula, ¿hasta cuándo habré de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo habré de soportaros? ¡Traédmelo!”
19. Este reproche de incredulidad es el único que el divino Maestro dirige a sus discípulos. Pero es el más grave. Véase 11, 22 ss. y nota.
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20Y se lo trajeron. En cuanto lo vio, el espíritu lo zamarreaba (al muchacho); y caído en el suelo, se revolvía echando espumarajos. 21Y preguntó al padre: “¿Cuánto tiempo hace que esto le sucede?” Respondió: “Desde su infancia; 22y a menudo lo ha echado, ora en el fuego, ora en el agua, para hacerlo morir. Pero si Tú puedes algo, ayúdanos, Y ten compasión de nosotros”. 23Replicole Jesús: “¡Si puedes! ... Todo es posible para el que cree”. 24Entonces, el padre del niño se puso a gritar: “¡Creo! ¡Ven en ayuda de mi falta de fe!” 25Y Jesús viendo que se aproximaba un tropel de gente, conminó al espíritu diciéndole: “Espíritu mudo y sordo, Yo te lo mando, sal de él, y no vuelvas a entrar más en él”. 26Y, gritando y retorciéndole en convulsiones, salió. Y quedó el niño como muerto, y así muchos decían que había muerto. 27Pero Jesús, tomándolo de la mano, lo levantó y él se tuvo en pie. 28Cuando hubo entrado en casa, los discípulos le preguntaron en privado: “¿Por qué, pues, no pudimos nosotros expulsarlo?” 29Les dijo: “Esta casta no puede ser expulsada sino con la oración y el ayuno”
29. Y el ayuno: falta en el Codex Vaticanus. Cf. Mt. 17, 21.
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Segundo anuncio de la Pasión

30Partiendo de allí, pasaron a través de Galilea, y no quería que se supiese; 31porque enseñó esto a sus discípulos: “El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres y lo harán morir; y tres días después de su muerte resucitará?” 32Pero ellos no comprendieron estas palabras y temían preguntarle.

Humildad y caridad

33Entretanto, llegaron a Cafarnaúm; y cuando estuvo en su casa, les preguntó: “¿De qué conversabais en el camino?”
33 ss. Véase Mt. 18, 1 ss.; Lc. 9, 46 ss.
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34Mas ellos guardaron silencio, porque habían discutido entre sí, durante el camino, sobre quien sería el mayor. 35Entonces, sentose, llamo a los Doce y les dijo: “Si alguno quiere, ser el primero, deberá ser el último de todos y el servidor de todos”. 36Y tomando a un niño, lo puso en medio de ellos, y abrazándolo, les dijo: 37“El que recibe a uno de estos niños en mi nombre, a Mí me recibe; y el que a Mí me recibe, no me recibe a Mí, sino a Aquel que me envió”. 38Díjole Juan: “Maestro, vimos a un hombre que expulsaba demonios en tu nombre, el cual no nos sigue; y se lo impedíamos, porque no anda con nosotros”. 39Pero Jesús dijo: “No se lo impidáis, porque nadie, haciendo milagro por mi nombre, será capaz de hablar luego mal de Mí. 40Porque quien no está contra nosotros, por nosotros está. 41Quien os diere a beber un vaso de agua, por razón de que sois de Cristo, en verdad os digo, no perderá su recompensa”
40. Nosotros: Así reza el texto griego según Merk. Algunos códices dicen vosotros, como en Lc. 9, 50. La variante parece acentuar más aún la diferencia que Jesús establece entre Él —que es el fin (Mt. 12, 30)— y nosotros, simples medios. Cf. Fil. 1, 15 ss.; Nm. 11, 24-30.
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Gravedad del escándalo

42Quien escandalizare a uno de estos pequeñitos que creen, más le valdría que le atasen alrededor de su cuello una piedra de molino de las que mueve un asno, y que lo echasen al mar. 43Si tu mano te escandaliza, córtala: más te vale entrar en la vida manco, que irte, con tus dos manos, a la gehenna
43. Véase Mt. 5, 29 s.; 18, 8 y notas. Cf. Pr. 5, 8; Si. 9, 4. Gehenna : infierno Cf. Mt. 5, 22 y nota.
, al fuego que no se apaga. [
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44. Dos vv. 44 y 46 faltan en los mejores códices griegos. Son repeticiones del v. 48, introducidas por los copistas (véase Merk, Joüon, etc.).
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45Y si tu pie te escandaliza, córtalo: más te vale entrar en la vida cojo que ser, con tus dos pies, arrojado a la gehenna. [ 46]. 47Y si tu ojo te escandaliza, sácalo: más te vale entrar en el reino de Dios teniendo un solo ojo que con tus dos ojos ser arrojado a la gehenna, 48donde “el gusano de ellos no muere y el fuego no se apaga”
48. Aquí Jesús define la eternidad de las penas del infierno. Véase Judit 16, 21; Is. 66, 24; Ap. 20, 10.
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49Porque cada uno ha de ser salado con el fuego. La sal es buena; mas si la sal se vuelve insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros mismos y estad en paz unos con otros
49. Según la Ley (Lv. 2, 13) los sacrificios se rociaban con sal (de la Alianza).
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